jueves, 6 de octubre de 2016

Museo Internacional del Barroco


Del diccionario: Barroco es un término que procede del francés baroque y que nombra a un movimiento cultural y estilo artístico desarrollado entre los siglos XVII y XVIII. Se caracterizó por la ornamentación excesiva, y si bien su alcance refiere directamente a la arquitectura, la pintura, la música y la literatura, éste es un claro ejemplo de cómo identificar una política barroca.
Entre hospitales, mobiliario urbano, transporte público y atracciones, el Museo Internacional del Barroco expone cómo se luce la ciudad desde el gobierno.
A pesar de lo gastado del efecto Guggenheim para la crítica de edificios con rúbrica selecta y formas espectaculares, el discurso se ha vuelto una realidad cotidiana. Y en Puebla, “la arquitectura pasó a ser considerada mano de santo”, como diría Llàtzer Moix en Arquitectura milagrosa.

Se podría establecer un símil que aplicara para todo proyecto transformador de la ciudad considerando la declaración inaugural del Secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa: “un museo no sólo es su acervo. El contenido tiene un continente que es la obra de Toyo Ito”. Si bien contenidos y continentes presentan complejas dicotomías, habría que establecer un equilibrio.
Toyo Ito ganó el Premio Pritzker en 2013 por una sintaxis arquitectónica personal que combina ingenio técnico y estructural con notable claridad formal. Lugares comunes pero contrarios a la definición barroca del Barroco, aunque esto no exime un diálogo compartido.

El contenido: el mayor patrimonio del museo radica en el propio edificio, aunque éste no corresponde a la esencia de su despliegue multimedia. La sensación de experimentar la cultura barroca se diluye en intentos creativos de museografía didáctica. De las 2, 400 obras del museo, sólo 60 constituyen el acervo, sin mencionar el desmantelamiento de algunos recintos como el Museo José Luis Bello y González.

El continente: la analogía podría ser literal. Un archipiélago de contenedores que conforman un continente blanco con espacios diáfanos, un lago y una fuente brotante. La innovación conceptual de Toyo Ito se devela entre los pliegues del concreto, mientras que los volúmenes sugieren mástiles en proa con velas ondulantes unidas con el mismo movimiento hacia el exterior y constreñidas al interior por el ensamble de bloques museológicos.

Se trata del primer proyecto cultural financiado por el Gobierno Federal, el estatal y la iniciativa privada con un esquema de Proyectos para la Prestación de Servicios (PPS), una inversión de 7, 280 millones de pesos y una concesión privada por más de 23 años.



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