LEYENDA DEL PUENTE DEL OVALO
Cuentan que la familia Ovando en su época fue la más poderosa de Puebla. Testimonio de su grandeza es el llamado puente de Ovando que, dice la tradición fue construido por ellos para tener acceso a su casa de campo en las afueras de la ciudad.
Un Ovando tuvo dos hijos: un valiente y un esforzado hombre, y una de las bellezas más hermosas que han vivido en Puebla. Llegados los 16 la muchacha, la noble Ovando, buscaba pareja, con la ingenuidad de su joven vida, se dejo guiar por sus sentimientos creyendo que podía elegir a su antojo, aunque fuera a un joven de mediana posición, contraviniendo su linaje, desacatando las ordenes del viejo patriarca.
-Pero padre, yo lo amo- decía la doncella suplicante.
-¿Qué tiene que ver el amor con el matrimonio?- respondió el patriarca – solo te casaras con alguien de tu alcurnia. ¿Quieres casarte con un pobretón? Primero muerto que viéndote pedir limosna en un puente.
La hija se sentía indefensa ante las recriminaciones del padre que solo hablaba de la grandeza de la familia, el único consuelo que le quedó fue llorar ante la mirada firme de su progenitor.
Al pasar los días supo con certeza que todo estaba perdido, y pensaba en silencio:” todo habría sido fácil sino me hubiera enamorado”, ahora solo le quedaba perder su calidad de doncella y su padre tenía que aceptar la unión para no enfrentarse a la deshonra.
Para ello escogieron un día en el que el padre, pretextando negocios de diverso índole, se ausentó de la casa familiar, y en su casa, en la cama, donde 16 años atrás había nacido la joven, se unieron de la forma dulce como solo lo hacen los verdaderamente enamorados.
En medio de su pasión no pudieron percibir como se abría lentamente el armario, ni vieron la súbita aparición que un joven que con grito estentóreo y una pistola en mano los señaló.
-¡TÚ!- gritó el aparecido con una voz que resonó hasta el otro lado del río San Francisco.
-¡Hermano!- gritó a su voz la noble Ovando.
Todo lo demás sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Al instante se oyó un disparo hiriendo de muerte a la doncella que trato de proteger a su amado. Este último trato de tomar la espada, pero no fue lo suficientemente rápido pare evitar que el joven Ovando le cortara el cuello con una daga de cinto que llevaba siempre consigo. La última expresión de la doncella delató el horror de esos momentos y su cuerpo suplicante cayó sobre un charco de sangre. El joven Ovando enloquecido tomo su daga de cinto y de un tajo le corto el cuello al irreverente.
Hubo luto riguroso en la casa de los Ovando durante varios días.
El hijo se salvó de la cárcel porque se dijo que fue un crimen de honor. Pero ni todo su dinero fue capaz de liberarlo de la venganza de la familia del pretendiente, tiempo después lo liquidaron cuatro hombres en un callejón. Más triste fue la historia del padre.
Ovando era un buen hombre y amaba a su hija. Tras de su muerte trato de mitigar su dolor con la bebida y mucha veces se vio en la necesidad de cruzar el puente a altas horas de la noche. En un día lluvioso se fijó en una mujer a la entrada del puente que pedía limosna.
- Por la sangre de Cristo Señor, deme una moneda- dijo la fantasmal figura.
-Mujer necia, ¿Qué hora es esta de pedir a la entrada de mi puente?
-¿No me reconoces padre?- dijo la voz de ultratumba –pido limosna y pediré a tu descendencia hasta el fin del mundo, por cuanto fui muerta a manos de mi propia familia.
- ¿Quién eres... ser del mal? – replicó el anciano horrorizado.
- ¡Mírame! – ilumino un relámpago la figura.
-¡No! Esto no es verdad.
- ¡Mírame de nuevo! – repitió la aparición que en todo era la imagen de su hija.
-¡No! – gritó un desesperado Ovando, tratando de cruzar el puente que lo acercaba a su casa. No llegó lejos, porque el agua del río se elevó cubriéndolo, y arrastrándolo al fondo sin posibilidades de salvación. Su cuerpo fue descubierto dos días después lejos de la ciudad.
Hasta el día de hoy los más antiguos habitantes de Analco, sostienen que si uno cruza ese puente a media noche aparece una mujer pidiendo tributo. Si se le entrega la moneda se puede pasar libremente, sino, una fuerza visible te jala hacia abajo, del que antes fuera el Río San Francisco y hoy es el Boulevard 5 de mayo.Cuentan que la familia Ovando en su época fue la más poderosa de Puebla. Testimonio de su grandeza es el llamado puente de Ovando que, dice la tradición fue construido por ellos para tener acceso a su casa de campo en las afueras de la ciudad.
Un Ovando tuvo dos hijos: un valiente y un esforzado hombre, y una de las bellezas más hermosas que han vivido en Puebla. Llegados los 16 la muchacha, la noble Ovando, buscaba pareja, con la ingenuidad de su joven vida, se dejo guiar por sus sentimientos creyendo que podía elegir a su antojo, aunque fuera a un joven de mediana posición, contraviniendo su linaje, desacatando las ordenes del viejo patriarca.
-Pero padre, yo lo amo- decía la doncella suplicante.
-¿Qué tiene que ver el amor con el matrimonio?- respondió el patriarca – solo te casaras con alguien de tu alcurnia. ¿Quieres casarte con un pobretón? Primero muerto que viéndote pedir limosna en un puente.
La hija se sentía indefensa ante las recriminaciones del padre que solo hablaba de la grandeza de la familia, el único consuelo que le quedó fue llorar ante la mirada firme de su progenitor.
Al pasar los días supo con certeza que todo estaba perdido, y pensaba en silencio:” todo habría sido fácil sino me hubiera enamorado”, ahora solo le quedaba perder su calidad de doncella y su padre tenía que aceptar la unión para no enfrentarse a la deshonra.
Para ello escogieron un día en el que el padre, pretextando negocios de diverso índole, se ausentó de la casa familiar, y en su casa, en la cama, donde 16 años atrás había nacido la joven, se unieron de la forma dulce como solo lo hacen los verdaderamente enamorados.
En medio de su pasión no pudieron percibir como se abría lentamente el armario, ni vieron la súbita aparición que un joven que con grito estentóreo y una pistola en mano los señaló.
-¡TÚ!- gritó el aparecido con una voz que resonó hasta el otro lado del río San Francisco.
-¡Hermano!- gritó a su voz la noble Ovando.
Todo lo demás sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Al instante se oyó un disparo hiriendo de muerte a la doncella que trato de proteger a su amado. Este último trato de tomar la espada, pero no fue lo suficientemente rápido pare evitar que el joven Ovando le cortara el cuello con una daga de cinto que llevaba siempre consigo. La última expresión de la doncella delató el horror de esos momentos y su cuerpo suplicante cayó sobre un charco de sangre. El joven Ovando enloquecido tomo su daga de cinto y de un tajo le corto el cuello al irreverente.
Hubo luto riguroso en la casa de los Ovando durante varios días.
El hijo se salvó de la cárcel porque se dijo que fue un crimen de honor. Pero ni todo su dinero fue capaz de liberarlo de la venganza de la familia del pretendiente, tiempo después lo liquidaron cuatro hombres en un callejón. Más triste fue la historia del padre.
Ovando era un buen hombre y amaba a su hija. Tras de su muerte trato de mitigar su dolor con la bebida y mucha veces se vio en la necesidad de cruzar el puente a altas horas de la noche. En un día lluvioso se fijó en una mujer a la entrada del puente que pedía limosna.
- Por la sangre de Cristo Señor, deme una moneda- dijo la fantasmal figura.
-Mujer necia, ¿Qué hora es esta de pedir a la entrada de mi puente?
-¿No me reconoces padre?- dijo la voz de ultratumba –pido limosna y pediré a tu descendencia hasta el fin del mundo, por cuanto fui muerta a manos de mi propia familia.
- ¿Quién eres... ser del mal? – replicó el anciano horrorizado.
- ¡Mírame! – ilumino un relámpago la figura.
-¡No! Esto no es verdad.
- ¡Mírame de nuevo! – repitió la aparición que en todo era la imagen de su hija.
-¡No! – gritó un desesperado Ovando, tratando de cruzar el puente que lo acercaba a su casa. No llegó lejos, porque el agua del río se elevó cubriéndolo, y arrastrándolo al fondo sin posibilidades de salvación. Su cuerpo fue descubierto dos días después lejos de la ciudad.
Hasta el día de hoy los más antiguos habitantes de Analco, sostienen que si uno cruza ese puente a media noche aparece una mujer pidiendo tributo. Si se le entrega la moneda se puede pasar libremente, sino, una fuerza visible te jala hacia abajo, del que antes fuera el Río San Francisco y hoy es el Boulevard 5 de mayo.